The screen loop

Prometo intentar que lo que salga a continuación sea lo más organizado posible.

Hace unos meses hubo un hueco en la historia de este país, si leemos las interpretaciones colectivas actuales. Ese hueco fue llenado por cientos de historias y personajes, que nosotros, los lejanos a ellos, de sus vidas pasadas y actuales, y de sus familiares, alcanzamos a recordar de vez en cuando, mayormente en soledad. Parece como si fuese un tema prohibido, o lo innombrable. O quizás no prohibido, pero sí que parece un sueño. Este sueño que llenó ese hueco duró unos ciento y pico de días, y estuvo envuelto en dolor y esperanza.

La batalla entre el dolor y la esperanza se sentía en las calles cada día, siendo la representación de la pelea diaria que se desarrollaba en el pecho de cada uno de nosotros, en mayor o menor grado. O de la mayoría.

Sin embargo, la historia de este sueño acabó con unos cuantos cadáveres apilados cubiertos con un manto rojo de revolución pacífica y bonita, pintado con promesas falsas e ilegítimas. Y luego del gran día, el gran treinta, el sueño terminó. Desde entonces, parece que las calles han vuelto a la normalidad anormal, a lo extraordinario que ya es ordinario, al salvajismo que siempre fue, y a lo sin sentido.

Y es justo aquí donde aparece la pantalla que invita al ciclo sin fin. Frente a esta pantalla estamos un montón de zombies que realmente no saben qué hacer, mas que intentar hacer lo mejor dentro de sus capacidades y percepciones, con el poco material que tienen, y que de vez en cuando opinan algo sobre las noticias y recuerdan a “los héroes caídos”. La consciencia colectiva de esta nación.

Parece que el terreno que está antes y después de este hueco es prácticamente el mismo, sólo que he tenido la muy cercana sensación de que en el de después han rodado más maletas y golpeado más pies la obra deteriorada de Cruz Diez, donde el sueño de afuera comienza y el de aquí termina.

En el mientras tanto, frente a la pantalla que invita al ciclo sin fin, con los ojos bien fijos en ésta, algunas manos se tocan y otras labran, pero nadie dice nada.

Todos saben que nada fue un sueño, hasta el más idiota, sólo que ahora queda el polvo de lo que fue, sujeto a las interpretaciones de cada quien, pero algunos de nosotros preferimos soplarlo, otros barrerlo, y unos cuantos optan por agarrarlo bien fuerte, con la misma esperanza que antes.

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