El pride no es unos tenis de Adidas.

De la misma manera en que Disney no es la realidad, el día del orgullo está lejos de ser una campaña publicitaria con la que grandes marcas buscan congraciarse con una “comunidad” estampando camisetas con la bandera arcoíris y hablando -solo una vez al año y pocos días por supuesto- sobre diversidad, pronombres, identidad y amor.

Hace varios años en medio de una marcha del orgullo a las mujeres trans les robaron el carro con el sonido y no dejaron que su comparsa desfilara por la 7ma, un carro por el que habían trabajado durante meses para montar junto con el performance que lo acompañaba. En la marcha habían no sólo muchas personas sino también representantes de muchas organizaciones y fueron muy pocas quienes se acercaron a mediar, exigir o siquiera se enteraron y rechazaron el ataque transfobico que habían sufrido las compañeras, precisamente un día en el que se llenan las redes de mensajes sobre la diversidad y la comunidad. Fue mi último pride y no creo que vuelva.

El día del orgullo comenzó siendo un Riot en contra de la violencia estatal y policial y terminó en poco más que un carnaval en el que nadie siquiera se cuestiona las razones por las cuales aún debemos seguir saliendo a las calles a exigir nuestros derechos y espacios como disidentes de la hetorocisnorma.

El pride entonces no es el día del “Amor es amor” o “El día del todos los pronombres”, porque de poco o nada sirven las fotos de dos hombres gays (blancos, altos, ojiclaros y delgados) besándose o una camiseta con la bandera trans y las respectivas donaciones a organizaciones de defensa de derechos LGBTIQ si no se cuestionan las razones estructurales por las que en nuestro país siguen asesinando mujeres trans todos los días, porque las mujeres lesbianas seguimos sufriendo violaciones correctivas,porque las personas intersexualidades son operadas sin consentimiento, porque se invisibiliza e invalida la bisexualidad o porque los hombres gays son perseguidos y estigmatizados.

Podemos seguir teniendo camisetas, gorras, tenis, pintarnos las uñas y maquillarnos con arcoíris. Podemos seguir saliendo a bailar, a tomarnos las calles que nos han robado y en donde nos han asesinado. El pride no tiene porque ser una manifestación sombría y solemne pero si debe dejar y quitarse el clasismo y el sinsentido en el que se ha convertido. No es una fiesta, es un reclamo legítimo y necesario, no es un día para incomodar con nuestras fotos porque nuestra existencia es válida y no debería porque ser incómoda.

Tomemonos este día de nuevo, devolvamos el día del orgullo a sus orígenes. Recordemos de qué y porqué estamos orgullosas, orgullosos y orgulloses.

Estoy orgullosa de mis amigas, las que aman desbordadamente a otras mujeres y apuestan su vida desde el quehacer lesbiano; a las mujeres trans que se levantan y levantan sus comunidades con una fuerza imparable, a los hombres trans que hablan de aborto y se cuestionan la masculinidad, a los hombres gays que viven y desafían lo que nos enseñaron debía ser un macho.

Orgullosa de las niñas, niños y niñez que fuimos, por haber sobrevivido, por defender quienes somos aún cuando nos costó lagrimas y cicatrices.

Que la marcha y el día del orgullo vuelvan a ser un levantamiento social. Hoy estoy orgullosa de mi, de poder caminar con mi novia de la mano y no dudar ni un segundo de lo orgullosa que estoy de ser una mujer lesbiana.

Las maricas paramos y en este día del orgullo solo podemos decir:

Contra el fascismo y contra el estado patriarcal y opresor: TOLOPOSUNGO.

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